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Los papeles de Panamá o “¿Por qué el perro se lame los testículos?”

"La desaparición del sentido de responsabilidad

es la mayor consecuencia de la sumisión a la autoridad"

Stanley Milgram

Hace unos días el diario El Mundo publicaba un llamativo artículo titulado “¿Por qué el perro se lame los testículos?” a raíz de todo el escándalo provocado por la publicación de los ya famosos (y ya también casi olvidados) “papeles de Panamá”. En él, el filósofo esloveno Slavoj Zizek explicaba una cuestión aparentemente sencilla pero que esconde realidades tremendamente oscuras y complicadas.

La respuesta a la pregunta del título era bastante obvia: el perro se lame los huevos porque puede. Simple y llanamente. Con esta analogía el prestigioso intelectual pretendía explicar que el hecho en sí de que la élite económica del planeta utilice los paraísos fiscales para evadir impuestos no es la derivación lógica de una pérdida global de la moral, si no la consecuencia racional de que el sistema lo permite e incluso lo promueve.

Esta deducción, que por simple abruma, está profundamente arraigada en una concepción del hombre como maximizador racional de su bienestar. Es decir, el ser humano, en su búsqueda permanente de mejorar su situación personal y social, toma decisiones racionales que le encaminan a aumentar su satisfacción. Hasta aquí todo parece correcto y encaja con las explicaciones que todos los afectados han ido dando uno tras otro como monitos de feria: “no he hecho nada ilegal y mi situación con Hacienda está totalmente regularizada”. Efectivamente, lo hicieron porque podían. Sin embargo hay una pregunta bastante oscura que se deja entrever en líneas en el artículo de Zizek: ¿es la sociedad la que guía la moral y la legalidad de las instituciones o son estas las que guían la conducta moral de la sociedad? De acuerdo con mi concepción humanista del mundo, las instituciones, y las leyes que las regulan, deberían representar los valores y la moral mayoritariamente aceptada por la sociedad. De acuerdo con la analogía del perro, lo que pasa es lo contrario: la sociedad ha dejado de cuestionarse y plantearse qué es lo que está bien lo que está mal y acepta como bueno lo que es legalmente permitido.

Por supuesto esta visión institucionalista, y elitista, de la sociedad no sería grave si no existiera una profunda desconexión entre la sociedad y las instituciones que nos gobiernan: dar a las instituciones la capacidad de dictar lo que es y lo que no es moral por la vía legislativa es un peligro que nos puede, y de hecho lo está haciendo, llegar a unos derroteros a los que nunca nos hubiéramos dejado guiar en pleno uso de nuestra consciencia.

Hay una diferencia fundamental entre que el perro se lama los cojones y que alguien se aproveche de las instituciones para evadir su compromiso con la sociedad mientras las clases medias pagan religiosamente sus tributos: que el perro se haga una autofelación no afecta a la sociedad en su conjunto y no tiene ningún impacto negativo en ella. Por el contrario, que nuestras élites económicas “secuestren ideológicamente” las instituciones financieras y se aprovechen de un sistema que parece trabajar por y para ellos nos afecta y mucho. Más aún cuando vivimos en un mundo que se desmorona tras un tsunami de desigualdad que, si se mira a gran escala, nos hace imposible reconocer en los de abajo a los mismos seres que los miran desde arriba. Los papeles de Panamá no solo representan la reacción lógica del ser maximizador de beneficios: son la muestra de que la sociedad está perdiendo su capacidad crítica y su voluntad de autoregularse. Y eso es realmente peligroso.


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